El teatro.
La cuarta pared de lo onírico Poco a poco abrí los ojos y me encontraba actuando en un gran anfiteatro, tenía un traje bastante formal y pude notar en ese teatro que habían cientos de actores como yo, moviéndose según dictaba su corazón, no su mente, y siendo este dictamen en si mismo una obra de determinismo, un guion pre-establecido. Mediante la obra seguía avanzando y mi cuerpo moviéndose, mi psiquis se encontraba en otro lugar, divagando sobre libertades nunca antes contempladas ante estos ojos, o asimismo, ante esta mente. Buscaba la manera de poder librarme, de poder ir, relajarme y pensar; ¿Qué hago aquí?